Desearía que el cielo tuviera teléfono para poder escuchar tu voz. Pensé hoy en ti, eso no es novedad, pienso en ti en silencio todos los días. Lo único que me queda son recuerdos, tus enseñanzas, tus fotos y el gran ejemplo de vida. Daría todo por abrazarte, por volver a escucharte otra vez, aunque sea por un minuto.
Ojalá existiera una escalera al cielo para poder verte cada día. Ojalá pudiera decirte de nuevo todo lo que te quiero. Ojalá pudiera demostrarte lo que te necesito, lo que me importas y lo que me aportas.
Si pudiera volver a verte aunque solo fuese un segundo no te soltaría. Te abrazaría tan fuerte que sería difícil distinguirnos. Seríamos dos almas fusionadas, dos amores, dos anhelos, dos fugaces eternidades.
Quiero pensar que en algún lugar, no sé ni dónde ni cuándo, volveré a verte. Me encantaría tener la certeza de que vives en otro mundo junto, feliz y con plena dicha. Daría lo que fuese por saber que puedes verme y escucharme.
Me gusta revivirte en mi mente, verte en el cielo e imaginar que me sonríes cada noche. Muchas veces imagino que me guiñas un ojo y que me haces cómplice de tus miradas, como hacías cuando estabas aquí.
Te echo de menos
Sé que no volverás, pero necesito sentir de cerca tu presencia. Prefiero pensar que algo de ti me roza cada día y que mi piel lo sabe y por eso se estremece.
Suelo pensar que cada persona que se fue es una estrella en el cielo que nunca se apagará y que cada noche podré mirar. Es una manera más de decirme a mí misma que todos esos recuerdos logran iluminar el mundo cada noche.
Cada día de mi vida daría lo que fuese por volverte a sentir y contarte todo lo que me hace feliz y todo lo que me aflige. Por eso tengo que seguir hacia adelante, reinventar los abrazos y convertir mis anhelos en recuerdos que me ayuden a sentirte cada día.
Cuando la vida te separa de un ser querido, el recuerdo de su sonrisa es la mejor manera de seguir adelante.
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